El modo de actuar y lo que es más importante la intencionalidad a la hora de proceder, determinan y condicionan la respuesta que se obtiene del interlocutor más cercano indistintamente del ámbito u estamento social en el que se sitúa. La rectitud en las formas y el respeto a las normas regladas validan la credibilidad del individuo y resulta ser un acto que faculta la confianza y la aprobación del entorno o al menos eso ha resultado ser así hasta hoy día. Pero el peso específico de la buena praxis se retrotrae hacia conductas que intentan justificar, en una mayoría de casos, la obtención de un fin sin reparar en la importancia ética del "modus operandi". El sutil tono del uso de las palabras marca la pauta entre una expresión coloquial, distendida y una locución injuriosa u ofensiva, siendo difícil participar de un diálogo respetuoso en el momento mismo en el que las palabras que eximen de culpa (perdón, lo siento, etc…), comodines de la absolución en errores no intencionados, quedan relegadas al olvido. Sea bien por la carencia de uso o por un extendido abuso de la soberbia, pero el intento de eludir la norma y el buen proceder mayoritariamente aceptado, que debería deslegitimar al artífice, comienzan a pasarse por alto.

"Faltos de escrúpulos. Si se resuelve útil cubrirse de basura en un intento por lograr un objetivo y eso funciona, es que la ortodoxia resulta inútil".

“Los valores bajo los que se sustenta nuestra sociedad nacen del materialismo puro. El pragmatismo y los intereses materiales son la única y fundamental ambición en torno a lo cual todo gira. Las imperfecciones en el comportamiento y las pautas del ser humano son la consecuencia extrema de asociar hedonismo y materialismo y esto es lo que analiza ésta serie de obras.”