El mundo es un inmenso tablero de ajedrez en el que participan múltiples competidores. Un juego de estrategia económica, política, militar y geográfica cuyo fin último es obtener el liderato, el poder y la supremacía para llegar a ser reconocido por parte del resto de jugadores como principal potencia mundial, adquiriendo con ello cuanto menos una posición de privilegio y numerosos derechos adquiridos. El éxito de hacerse con la partida estriba en saber tomar posiciones y adelantarse a los planes de los adversarios, valorar su potencial e intentar bloquear e impedir sus movimientos, en definitiva, mermar y limitar poco a poco sus fuerzas. Se trata de llegar a posicionarse como referente, mediador y juez del mundo con el único propósito de establecer todo bajo un único orden en el que hacer prevalecer sus ideas y convicciones. Las principales potencias continentales invierten una ingente cantidad de recursos económicos, armamentísticos, de espionaje o de investigación científica en dicho objetivo o en muchos casos creando alianzas, pactos y compromisos con terceros que les permitan tomar papel principal y relevante en las relaciones internacionales siempre con esa misma intención. Ahora que la globalización es casi un hecho, ya no cumple un papel prioritario mantener vía abierta a un eje oriente u occidente, se buscan tácticas a todos los niveles en los distintos puntos del planeta. Sobre la mesa se exponen y acuerdan normas, protocolos y se marcan pautas, en la mayoría de casos de dudoso cumplimiento, que pretenden establecer unos principios éticos y morales que las partes asuman respetar para con ello evitar errores del pasado que desembocaron en atrocidades, en la barbarie y en una crueldad pocas veces asumible, algo que siempre en cualquier caso acabarán por sufrir los más indefensos, los peones del tablero. Pero al final con todo ello se percibe que hemos evolucionado poco, que esto no es más que una pantomima, un modo más sofisticado de expandirse y de expoliar aquellos frutos y beneficios de que disfruta el ajeno a imitación de lo que sucedió a comienzo de la humanidad cuando se forjaron los primeros pueblos y civilizaciones. Esto no es más que una paranoia, visto desde la óptica del lejano y remoto observador que impávido y atónito comprueba con absurdo y pasmoso asombro cuán imbécil es la conducta de un ser que procura el dolor, el odio y la venganza al prójimo cuanto sabe que esto no hace sino generar una espiral de violencia y sangre por la que tarde o temprano acabará pagando.

"Movimientos de tropas y armamento. Posicionar, ocupar y controlar para dominar. El absurdo juego de gastar descomunales sumas de dinero para por un lado anular la vida y la de invertir mucho más aún en investigación para la salud y el cuidado de la vida por medio de hospitales, cirugías y medicamentos por otro"

“Los valores bajo los que se sustenta nuestra sociedad nacen del materialismo puro. El pragmatismo y los intereses materiales son la única y fundamental ambición en torno a lo cual todo gira. Las imperfecciones en el comportamiento y las pautas del ser humano son la consecuencia extrema de asociar hedonismo y materialismo y esto es lo que analiza esta serie de obras.”