Es sorprendente en qué modo y con qué facilidad de la noche a la mañana se es capaz de cambiar la vida de millones de personas con tan sólo un pequeño golpe sobre la mesa cuando viene de la mano de una mente retorcida y obtusa ahogada en sus propios complejos y prejuicios, obstinada con aferrarse al poder soberano a cualquier precio. Se cierne de nuevo el miedo y la duda sobre Europa, a la vez que fluye una nueva oleada de millones de refugiados que huyen del horror y de la muerte. Cantidad ingente de personas, en muchos años nunca antes vista, atraviesa las fronteras para refugiarse en países colindantes a la invadida Ucrania. No existe guerra declarada entre Rusia y Ucrania, no existe litigo entre naciones, únicamente un terrible conflicto provocado por una injustificada invasión acompañada de una dilapidación de los derechos soberanos hacia un país que nunca ejerció provocación alguna que supusiera motivo alguno para recibir dicho castigo, un país que posiblemente deje de ser el hogar de millones de personas que pretendieron a día de hoy, vivir modesta y honestamente en busca de paz y una mejora duradera para sus vidas, de una cultura que algunos codiciosos pretenden que desaparezca. Pero esa mayoría que no ha optado por el exilio se arriesgan a perder la vida. Ahora se ven obligados a defender sus tierras con apenas escasos y limitados recursos ante uno de los ejércitos más potentes y con más armas letales y nucleares del mundo. Exdirigentes o partícipes de un ejército qué obsesionado con revivir antiguas glorias, a pesar de lo sufrido en la segunda guerra mundial, nunca perdió la esperanza de recoger los rescoldos de la desmembrada URSS para formar de nuevo un imperio sostenido bajo la fuerza. El mundo precisamente, tras el fin del holocausto de la segunda guerra mundial acordó no volver a repetir dicha masacre, a evitar la proliferación de las armas nucleares, pero en la sombra todas las potencias han ido aumentando su arsenal nuclear desde el mismo día en que se firmó dicho tratado y ahora con tan monumental hipocresía y descaro lo muestran como punto fuerte para atemorizar nuevamente al mundo. Posiblemente Ucrania, como el actual tirano ruso pretende, acabe siendo un país desaparecido, una cultura extinta, posiblemente logre con ello enterrar además de miles de víctimas, todo vestigio de aquella cultura que se opone a sus pretensiones. Por ahora su pesadilla convertida en seres humanos, vaga en dirección al resto del mundo sumidos en el llanto y el dolor, ciudadanos de una nación que lucha por no desaparecer, cantando las glorias de un himno y de una bandera de la que pretenden ser despojados. Un pueblo errante qué a pesar de perder su territorio, jamás desaparecerá, pero que por desgracia habrá de perpetuar su odio hasta la muerte sobre quienes les sumieron en el caos.

"Un dibujo de tiralíneas para establecer las fronteras. Sobre la mesa los dictadores sueñan con apoderarse y asociarse de más y más territorios, las guerras hoy en día son mayoritariamente comerciales, no sobrepasan los intereses económicos, pero aún quedan individuos quienes ante la incapacidad para competir y creyéndose todopoderosos, se sienten con la potestad de tomar cuanto place por la fuerza. Pero la irregularidad de las líneas también forma parte de la perfección y sobre todo de la tolerancia. Dejemos y respetemos que la gente viva en paz dentro de su propia demarcación.

“Los valores bajo los que se sustenta nuestra sociedad nacen del materialismo puro. El pragmatismo y los intereses materiales son la única y fundamental ambición en torno a lo cual todo gira. Las imperfecciones en el comportamiento y las pautas del ser humano son la consecuencia extrema de asociar hedonismo y materialismo y esto es lo que analiza esta serie de obras”