Dialektische und begründete Grundlage, Entstehung der Arbeit
Resulta imposible desprender o desligarse de nuestras emociones, esto es y forma parte intrínseca y fundamental de la esencia que nos convierte en humanos y lo contrario hoy por hoy queda estigmatizado como una irregular anomalía de la psique. Desgraciadamente las emociones al igual que los sentimientos son cuanto menos algo altamente impulsivo, pasional que no atiende a juicio, actúan o ejercen al margen de nuestra mente y anticipadamente a que la razón pueda llegar a tomar el control sobre nuestros actos, lo que en la mayoría de casos lleva a desenlaces no siempre deseados. El amor y el odio extremo, la impotencia, la envidia o la rabia contenida entre otras muchas sensaciones provocan impulsos desenfrenados capaces de rebasar esa barrera de contención con los que la prudencia, la sensatez o la cordura consiguen ubicar en un plano dimensionado y comedido las cosas. Cuando el individuo se ve envuelto en situaciones que escapan a su control, incapacitado para dominar sus delirios y arrebatos, circunstancias en las que sus actos se vuelven irreflexivos y actúa bajo el bloqueo que la perturbación ejerce sobre su mente, para nada es capaz de evaluar lo que hace o en el modo en que lo hace, entra en un estado obsesivo-compulsivo que se focaliza sobre su más primordial e intensa enajenación y por muy rigurosa o estricta ley que exista que pretenda evitar o apaciguar su conducta jamás impedirá que lleve a cabo su propósito, de hecho eso es algo que no pasará en ese momento por su cabeza. De nada servirá que a posteriori la ley juzgue su comportamiento si su conducta y su carácter ya se han forjado y madurado con dichos estímulos y tentaciones. En la mayoría de casos cuando un individuo delinque, al infractor se le apena con un castigo ejemplar que dista mucho de llevarle a reflexionar sobre lo ocurrido e incluso, en una mayoría de casos al ser reincidentes o haber provocado daños múltiples resultaría imposible hacerle pagar por todos y cada uno de los delitos que ha cometido si aplicáramos la ley del talión. Cuando se acaba con la vida de un número de personas, al asesino tan sólo se le podrá quitar la vida una sola vez, es obvio, es más si fuese posible, resultaría aún más cruel por parte del que lo impone castigar con la morbosa venganza de ensañarse en el castigo multiplicado por cuantas veces este haya ocasionado el mal. Ciertamente el dolor es otro de esos sentimientos que sin contención pueden provocar venganza. Resulta infructuoso todo intento de reeducar a alguien que en si mismo se considera olvidado, al margen, apartado o sin posibilidades de integrarse en la sociedad, después de todo casi con total seguridad eso fue lo que le llevó a delinquir y todo intento por formarle nuevamente como persona o a reprimir sus instintos con el castigo no garantiza su reinserción. Sin duda como siempre, la verdadera justicia debería comenzar por aplicar la ley del talión no en el castigo como algunos desean o esperan, sino en el mérito. Garantizar y avalar que el esfuerzo, la preparación y el trabajo otorguen beneficio consolidado a iguales proporciones es el mejor método de orientación e ilustración, que no es lo mismo que prometer o alentar a esa posibilidad sin garantías, y no pasa por ser exclusivamente teórico. Para bien o para mal, entender y saber lo que pasa por la mente de un individuo en ciertas situaciones solo es comparable a ponernos en su misma piel en el momento en el que dicho episodio transcurre.
"La amenaza del castigo, si bien ayuda a reprimir una posible tentación, también asfixia con cierto grado de coacción y no siempre resulta herramienta útil que garantice una recta conducta"
“Los valores bajo los que se sustenta nuestra sociedad nacen del materialismo puro. El pragmatismo y los intereses materiales son la única y fundamental ambición en torno a lo cual todo gira. Las imperfecciones en el comportamiento y las pautas del ser humano son la consecuencia extrema de asociar hedonismo y materialismo y esto es lo que analiza esta serie de obras.”