Dialektische und begründete Grundlage, Entstehung der Arbeit
Nuestro aterrizaje en la vida pasa por ser completamente crédulos, la mente vacía de experiencias hace que a lo largo de nuestra infancia y cierta parte de la adolescencia seamos personas completamente crédulas, capaces de asumir como verdad todo aquello que nuestros ojos y algún que otro sentido nos hacen creer e incluso lo que otros oradores nos tratan de inculcar. Pero el tiempo y la experiencia nos dan de bruces con la realidad haciendo de nosotros seres más racionales, capaces de filtrar y tamizar todo el contenido que nuestros sensores y receptores perciben a través de los sentidos, pues eso es lo que hemos ejercitado en su instructivo desarrollo, primar el análisis sobre todo antes de llegar una conclusión de antemano, lo cual en la mayoría de casos se hace casi de manera inconsciente. En cierta forma esa parte de la infancia que nos vuelve crédulos e inocentes es la que nos aporta un mayor nivel de imaginación y pericia para creer en cosas que simplemente a priori no son posibles, se es por tanto durante este período mucho más soñador, imaginativo y fantástico, algo que se pierde con la racionalización de la madurez y de ahí que muchos artistas se permitan ser menos exhaustivos con la realidad, lo cual les ayuda a ver y concebir las cosas desde una muy diferente dimensión en algunos casos mucho más fresca y original. Obviamente lo positivo es saber en qué momento apartarse de la credulidad y volverse escéptico, pues disponer de un buen equilibrio entre ambos nos evitará sufrir continuos desengaños. Pero en la madurez somos incrédulos y no sin motivo, lo cual tiene una fácil explicación. Nuestra incredulidad se debe principalmente a que entendemos perfectamente la logística del pensamiento y sabemos de antemano, que nuestros sentidos y a igual manera nuestro cerebro, en un número importante de ocasiones nos engañan, nos hacen ver cosas aparentes que no se ajustan a realidad. A pesar de ser órganos altamente desarrollados, nuestros ojos e incluso nuestros oídos envían señales que producen cierto equívoco en el cerebro, bien porque se ajustan a patrones parecidos a muchos otros elementos similares o bien porque éste no es capaz de dar con la respuesta acertada y en ello influye también la experiencia, pues el análisis que la inteligencia lleva a cabo parte no sólo de las señales que recibe, sino del conocimiento adquirido de situaciones que ha vivido anteriormente. Partimos pues de otorgar fe ciega de nuestra realidad sobre cuantos conocimientos nuestro cerebro es capaz de procesar con total seguridad, lo que hace de esa firmeza sobre la credibilidad que poseemos, esté basada principalmente en lo que hemos experimentado, poniendo en duda todo cuanto no alcanzamos a ver o entender con facilidad. Este mecanismo de análisis que utilizamos para que no seamos engañados fácilmente por el aspecto o por nuestras ilusiones es un ejemplo de éxito en el progreso de nuestra evolución a lo largo de la vida, pero de otro lado nos limita disponer de una mente lo suficientemente abierta a sucesos que aún desconocemos sin una demostración que nos garantice o aporte cierta conclusión de certeza sobre hechos que puedan suceder o estén sucediendo a expensas de nuestro conocimiento. Esto no hace sino corroborar ese pensamiento que afirma: " La imaginación al poder" pues acabamos de una manera u otra enclaustrados en la certeza de la cotidianeidad que dominamos y nos cuesta salir de esos cánones que nos hacen fácilmente inteligibles los sucesos, de ahí que los grandes científicos, políticos y por supuesto artistas para tener éxito necesiten dotar a su vida y a su mente de un elevado aporte de creatividad.
“Los valores bajo los que se sustenta nuestra sociedad nacen del materialismo puro. El pragmatismo y los intereses materiales son la única y fundamental ambición en torno a lo cual todo gira. Las imperfecciones en el comportamiento y las pautas del ser humano son la consecuencia extrema de asociar hedonismo y materialismo y esto es lo que analiza esta serie de obras.”