Dialéctica y fundamento razonado origen de la obra
Un sigiloso y reposado silencio domina la aldea a cualquier hora del día. Apenas el eco de unos pasos retumbando contra los muros de piedra avejentados por el paso del tiempo, fornido sustento del refugio sobre el que se alinean ornamentando las estrechas callejuelas irregularmente empedradas del camino, rompen esa quietud cada vez más en la lejanía hasta llegado punto cual el angosto camino se abre de par en par desarropado por un amplio espacio en el que los rayos de luz castigan la vista y sobre los que asoma y domina la silueta a contraluz de un alto campanario, el aparente bastión de la parroquia. Desde lo alto asoma imponente la vista de un paisaje sembrado de cubiertas de teja roja salpicada por multitud de puntos verdes en los que prospera el musgo y el moho. El acólito puntual se acerca hasta hender la llave que le permitirá abrir el portón de entrada y tras una pequeña ruta de supervisión por el recinto, directo se encamina por el angosto pasadizo hacia el hueco de las escaleras, acceso que le permite tomar la soga de la cual pende el yugo en el que se apoya la gran campana de la torre. El olor a incienso y los restos de infinidad de velas cuyas chorreras de cera derretida es apenas lo único visible que las hace reconocibles yacen apilados sobre el suelo que a justa medida éste logra apartar para dar comienzo a la ejercitada maniobra del balanceo hasta lograr que el badajo golpee con intensidad sobre forjado bronce de la campana. Es una mañana cualesquiera del domingo, amplio día para el descanso, tiempo de ceremonia y los campanarios de todo templo, basílica, parroquia, abadía o catedral resuenan a la par voz al viento en llamada al culto. Cirios y velas a medida que se les da flama iluminan y otorgan forma a la oscuridad, a todas esas sombras que reposan entre púlpitos dia y noche de tantas imágenes opacas por el polvo y el humo acumulado. Es una personal exposición a la performance de tantos años que viví acompañando a mis padres al oficio religioso, es el relato de una España empañada por el analfabetismo y la pobreza que luchaba por salir adelante. Las campanas como seña de identidad, fueron testigo y notificación de todo acto festivo, religioso, protocolario, de alarma, de anuncio o de queda, marcó las pautas de actuación del comportamiento de cuantos subyugues asumieron la resignación como forma de vida.
"Ondulan las campanas al aire compungidas cuando no es por motivo ceremonial. Un acerbo comentario entre pesadumbre y murmullos se oye y alcanza uno a uno a todos los habitantes de la aldea, el motivo... la pérdida de un vecino, un ser querido o apreciado que se ausentará por siempre"
“Los valores bajo los que se sustenta nuestra sociedad nacen del materialismo puro. El pragmatismo y los intereses materiales son la única y fundamental ambición en torno a lo cual todo gira. Las imperfecciones en el comportamiento y las pautas del ser humano son la consecuencia extrema de asociar hedonismo y materialismo y esto es lo que analiza ésta serie de obras.”