El juicio, la cordura y el equilibrio son parámetros que se devalúan, pierden su valor día a día. La tendencia a los extremos se pone en moda, se radicalizan los términos, la funcionalidad y el comportamiento. Merma la proporcionalidad y la racionalidad, comenzamos a olvidar la necesidad de darle tiempo a nuestro organismo para que insufle el aliento suficiente que le permita exhalar toda tensión acumulada antes de emitir respuesta alguna. Somos capaces de dar réplica en caliente de un modo exultante y con diabólica contestación a todo lo que nos increpa. No se atiende a razones y antes de procurar escuchar o entender preferimos reprender. Nada ayuda al diálogo cuando no se pretende el acuerdo. Tan sólo propiciar el dolor ajeno parece solventar nuestras carencias emocionales y materiales a la vez que a disgregar la presión. No se toma como primer recurso el camino intermedio, directamente se ataja por el tránsito de la vía rápida de la verdad subjetiva como única solución.

"Toda ascua se aviva o se apaga con el añadido de una mayor o menor cantidad de agua. Como todo en la vida, depende de la dosis y la medida con la que se actúa para que el efecto resultante sea uno u otro, pero éste parámetro pierde peso específico."

“Los valores bajo los que se sustenta nuestra sociedad nacen del materialismo puro. El pragmatismo y los intereses materiales son la única y fundamental ambición en torno a lo cual todo gira. Las imperfecciones en el comportamiento y las pautas del ser humano son la consecuencia extrema de asociar hedonismo y materialismo y esto es lo que analiza ésta serie de obras.”