Un día cualquiera, quizás de la noche a la mañana y de una manera insospechable o a veces inimaginable, pero sin previo aviso, la vida nos sorprende con un repentino cambio de planes, pudiendo no ser un mero reto que se presta a nuevas oportunidades, distintos horizontes acaso, en los que existe una cierta capacidad de elección, sino de una manera brusca y traumática sin opción ni alternativa, no evitando sumergir nuestra vida en cierto período de caos. No menos de un año antes de que comenzara esta casi interminable crisis económica del 2007, algo me hacía suponer y presagiar que iniciábamos rumbo hacia un pequeño precipicio. Ahora simplemente me puedo dar cuenta que mis predicciones e intuiciones se quedaron tremendamente cortas, en realidad lo que asomaba era un enorme abismo en el que resultaba difícil atisbar el fin, al que se le han ido encadenando muy diversos motivos y sucesos que están haciendo de él un elevado salto con una caída mucho más profunda y peligrosa de lo que se vaticinaba de lejos. Han ido sumándose durante el paso de estos años un número de circunstancias e imprevistos que han hecho de esta ruta un recorrido altamente dificultoso, en la que he llegado a dudar de mis posibilidades o a saber si sería capaz de enfrentarme a ello con las fuerzas suficientes. No sé tan siquiera si este período de tiempo puede ser calificado como el de los peores años de mi vida, o puede que tan sólo forme parte de una muy larga racha que atravieso con excesiva mala suerte y que aparenta infinita, pero percibo que mi escudo de contención se tambalea y necesito imperiosamente y bajo cualquier concepto deshacerme de todo cuanto me está resultando altamente tóxico. He decidido otorgarme un plazo de readaptación, me he marcado unos tiempos y he formalizado una hoja de ruta que deseo cumplir a rajatabla para llegar al objetivo de estabilizar y retomar el control de mi vida, pues de cierto sé, que una vez superado ese tiempo no seré capaz de prolongar mucho más lejos tanta inestabilidad. No podré con todo, no puedo hacerme cargo de todo y de todos, no puedo estar en todas partes intentando cumplir con todo el mundo, necesito revertir parte de mi modo de actuar pensando de manera algo más egoísta en mi propio beneficio. Soy consciente de que nací y crecí con el apoyo y la necesaria ayuda de otros durante muchos años y sé con total seguridad, qué si llego a un período prolongado de envejecimiento, igualmente necesitaré el apoyo de muchos otros que de una forma u otra desinteresadamente puedan atenderme, pero ello no evita que durante gran parte de mi vida haya querido ser completamente independiente, valerme por mí mismo para tomar mis propios derroteros. No obstante, me he podido dar cuenta que soy tremendamente humano y se valorar y apreciar lo que otros han hecho por mí, y ahora que quienes sacrificaron parte de su vida para que yo saliera a delante necesitan de mi ayuda, no puedo negarme a dársela. Todo esto genera un gran nivel de dependencia y de estrés al que no puedo ni debo renunciar por el momento, pero en muy en ciertos casos tengo el presentimiento que en esta situación prevalece un cierto nivel de abuso. No sé en concreto cual es la línea qué delimita la necesidad del abuso, pero si se discernir fácilmente cuando soy necesario y cuando pretenden aprovecharse de mí, a lo cual me niego y que bajo ningún concepto toleraré.

"Se convierte en una necesidad más que imprescindible abrirme puertas sobre estás paredes que me tienen agazapado, atrapado y preso en un cubículo que cuanto menos me provocan agobio, incomodidad y tormento"

“Los valores bajo los que se sustenta nuestra sociedad nacen del materialismo puro. El pragmatismo y los intereses materiales son la única y fundamental ambición en torno a lo cual todo gira. Las imperfecciones en el comportamiento y las pautas del ser humano son la consecuencia extrema de asociar hedonismo y materialismo y esto es lo que analiza esta serie de obras.”