Dialectic and reasoned foundation, origin of the work
Firme sombra de árbol cuyas hojas nos resguardan del tórrido verano y melancólica compañía con su desnudez durante el gélido invierno, pero aún y así inamovible aguantando el tipo ante rigor el de las inclemencias y de los avatares, el bosque de abedules aporta amable compañía al incansable peregrino que amparado en la seguridad de su báculo avanza a cortos y continuos pasos embadurnando de barro y polvo su vetusto calzado entre sendas y caminos perdidos por pueblos moribundos y apagadas aldeas cuya vida apenas ofrece el amparo de la soledad. Después de todo la naturaleza es quien dota de solución a todas nuestras preguntas, la que amamanta al cuerpo y nutre la mente de quien se concede el tiempo para vagar como eremita en lo más hondo y profundo de su interior. Los abedules apenas callan, nunca enmudecen es más, con el fluir del viento susurran gloria en sutiles agudos sobre la membrana de nuestros tímpanos afín de rememorar momentos que evocan la compañía de quienes estuvieron y fueron durante tanto tiempo nuestro apoyo y auxilio, para revivir lugares que se alejaron de nuestra vista y que jamás lo serán del mismo modo y de la misma manera en que con anterioridad lo fueron. Todo ello produce frío, una impávida soledad y ausencia que aún rodeados de multitud nos aparta del bullicio y adentra en una afable sensación de tranquilidad y paz interior. La necesidad de sentirse por momentos a solas con la naturaleza aporta una innegable e impagable noción de libertad y no precisamente la del espacio sino la del tiempo, a veces la de un renacer abandonado al ocio y evadido de quehaceres que calibren bajo medida nuestra mente. Al final puede que esa sea nuestra mejor compañía, pues la soledad no es estar a solas con uno mismo, es simplemente no encontrarte cuando estás a solas. Siempre hay un momento en el cual resurge un fuerte deseo por sentirse unido a la naturaleza, aquella a la que tanto ignoramos y con suma facilidad despreciamos aún a sabiendas de cuánto la necesitamos.
"Nunca se añoran tanto las cosas como cuando careces de ellas, como cuando eres capaz de extrañarlas y desearlas con nostalgia. Ridícula parece la idea de llegar a pensar que llegaría a recordar con morriña el aire puro y limpio, ese intenso viento de las frías mañanas de invierno, a la vez tan penetrante y escalofriante como revitalizante combustible que estimula el organismo. Algo que nos ha sido gratuito por tiempo ilimitado sin escasez pero que ahora tan sólo disfrutamos amortiguado por el tamiz de mascarillas que nos salvaguardan de agentes patógenos. Un solitario peregrino deambulando bajo la sombra de un largo paseo de abedules, trabajo realizado en lápiz de grafito sobre papel ,fue el primer mi primer dibujo que tuvo a bien merecer la calificación de obra maestra a criterio de mi instructor de arte a la edad de 10 años."
“Quietud y Flema” es parte del título de una serie secuencial de obras que son una pretendida apuesta por romper con el global de la obra de éste autor, en su conjunto dinámica, incesante y de una agitación extrema, tal y como no podía ser de otra manera tratándose de un fiel reflejo del imperante modo de vida en el que se desenvuelve. Un remanso de paz en el que parece reconciliarse con el resto de la humanidad."