Dialectic and reasoned foundation, origin of the work
La última, apenas exigua energía que resta a tu cuerpo parece huir a toda prisa. Se dispersa y a su paso irradia un noble halo, esencia de quien hizo cuanto supo y pudo cuanto estuvo a su alcance, pero siempre sin avaricia y sin maldad tuvo lo poco que obtuvo. Nunca se te pudo tachar de ambiciosa, nunca quisiste destacar ni predominar, como tampoco lo quisiste para tus hijos, de quienes preferiste participaran del anonimato y la trivialidad. Jamás nos diste alas, tan siquiera nos animaste a explorar y a disfrutar de todo cuanto escapara a tu zona de confort y no por ello te lo habré de reprochar más allá de este simple comentario, no te habré de culpar ni nunca lo haré por nada, en el fondo es y forma parte de la naturaleza de toda madre que se precie de resultar tremendamente protectora, pero visto desde otra perspectiva no puedo por menos pensar que fue algo injustamente egoísta de tu parte. Pretendiste ante todo nuestro bien, que también lo fue el tuyo y en cualquier caso de nadie pudiste ver otra cosa, no pudiste aprender de otro modo, a llevarlo a cabo de otra manera mejor de como lo hiciste, pues ese tan buen compañero que tuviste nunca supo hacerlo aún mejor y fuiste tú quien cargaste con el peso de nuestra educación y eso tiene un valor que no se paga con riqueza, eso es algo que siempre participará del perdón de quien se conforma con la más simple de tus sonrisas y de la ahora casi exigua mirada, tan llena de dulzura, de cariño, de amor, de compromiso, de perdón y de compasión. Si alguna vez sufriste innecesariamente por nuestra culpa, esas lágrimas ocultas jamás nos hicieron sentir culpables porque fuiste, como creo así piensan todos tus hijos, la mejor y más abnegada madre del mundo, con sus “pros y sus contras” pero el balance ha sido inconmensurablemente positivo. Tan sólo el poder saber y apreciar que podré estar contigo los últimos días de tu vida me dejará con la tranquilidad de haberte devuelto parte de lo que me diste, mi amor, ese que a duras penas soy capaz de manifestar, mi compañía, que aún con mi estresante vida jamás te he negado y ante todo mi comprensión, en estos momentos restantes en los que tu ánima escapa a lugar desconocido. Me gustaría que éste, pues sé que no tengo la potestad de retenerte conmigo de por vida, a pesar de triste, fuera un maravilloso adiós, un momento que irradie la luz de esa pequeña vela que fue mi guía e iluminó tu alma y que ahora deja frío mi corazón. A donde quieras que vayas… descanses en paz.
“Indudablemente la fe y las convicciones del individuo le conectan con sus imploraciones. El apego que mi madre tuvo y tiene con la fe católica y sus pilares, fuertemente arraigados en la existencia de un dios glorioso y omnipotente que espera recibir sus almas a las puertas de una gran corte celestial, me ha empujado a hacer realidad su más firme deseo con esta simbólica elevación de la energía residual de su alma”
“Quietud y Flema” es parte del título de una serie secuencial de obras que son una pretendida apuesta por romper con el global de la obra de este autor, en su conjunto dinámica, incesante y de una agitación extrema, tal y como no podía ser de otra manera tratándose de un fiel reflejo del imperante modo de vida en el que se desenvuelve. Un remanso de paz en el que parece reconciliarse con el resto de la humanidad."