Dialectic and reasoned foundation, origin of the work
El individualismo extremo es el más peligroso y principal síntoma de un egoísmo categóricamente enfermizo, se trata en último término de un silencioso rival, un enemigo capaz de dilapidar los pilares de la civilización. La capacidad de poder disfrutar de algunos elementos de manera particular, exclusiva y con cierta privacidad, es una singularidad y un requisito necesario para dotar de recompensa al esfuerzo de quienes hacen por aportar claro beneficio al conjunto de la sociedad y por tanto en ningún caso supone contribuir con un granito de arena a esa bomba de relojería capaz de destruir el comportamiento cívico que es la egocéntrica y voraz ambición por acaparar bienes en exceso a los que no se da uso práctico, es pues motivo más que justificado a reconsiderar. Disponer de algo propio en este caso procura más beneficio que perjuicio y por tanto deja clara la necesaria condición de su prevalencia para incentivar a la colaboración. El individuo requiere de un aliciente, estímulo o interés que le sirva de impulso para llevar a cabo cualquier labor no siempre grata o fructuosa, sin ello no habrá empeño más que de voluntad propia a movilizarse, de ahí que una laxa transigencia por parte de las leyes a tolerar la usurpación de los bienes y derechos de privacidad legalmente obtenidos, converja en la necesidad de pretender dotarse de los medios que eviten perder tal propiedad y tratar de hacer con toda legitimidad de cuanto es propio algo realmente inalienable. Quizás es llegado a este punto, en el que todo se desvirtúa y la justicia no es capaz de hacerse valer como mediador ni catalizador, cuando se dobla la curva que garantiza y avala el respeto a lo ajeno, momento en cual la individualidad comienza a tomar su más radical vía transformándose en un individualismo desmedido. Obvio es, dentro de las debilidades capitales adscritas a lo humano, que la posesión de bienes propios levante ampollas entre quienes pretenden obtener beneficio de lo ajeno sin el más mínimo sacrificio, es la "envidia", ese buque insignia de los necios, negados e incapaces.
"Ciertos regímenes políticos pretenden establecer un beneficio y reparto equitativo de la riqueza, algo insolidario e impensable". Sin estímulo la colectividad no funciona, somos seres capaces de llevar a cabo multitud de ideas y proyectos, pero siempre bajo el incentivo. Todos nos necesitamos y todos juntos somos una globalidad que ha demostrado funcionar exitosamente, pero dentro de esa pluralidad existen particularidades que nos hacen además de diferentes, aptos para muy distintos niveles cuando se trata de llevar a cabo tareas según las capacidades o la predisposición de cada cual y son esas cualidades las que han de determinar el valor del éxito."
“Los valores bajo los que se sustenta nuestra sociedad nacen del materialismo puro. El pragmatismo y los intereses materiales son la única y fundamental ambición en torno a lo cual todo gira. Las imperfecciones en el comportamiento y las pautas del ser humano son la consecuencia extrema de asociar hedonismo y materialismo y esto es lo que analiza esta serie de obras”