Cuando se está harto de no ser nada, de no significar nada para nadie. Cuando apesadumbrado posiciona uno mismo su valía en los mínimos límites de la autoestima, al borde del desánimo y la depresión o incluso cuando todo se vuelve una enorme e inacabable cuesta arriba, nada te resulta favorable, eres ignorado y vulgarmente te sientes objeto útil manipulado..., entonces merecidamente puedes llegar a sentirte como un espantapájaros. Todo huye de ti y nada parece estar interesado en saber de tu existencia. Cuántos jóvenes se sienten identificados con éste modo de vida tan agnóstica, buen caldo de cultivo para el desesperado acto de abandonarse a la suerte o de acabar con esa sensación de sufrimiento de forma voluntaria.