Intentar entender o "ponerse en la piel de otro", disponer de la sensibilidad necesaria para llegar a ser capaz de acercarse a la posición sentimental bajo la cual actúa el ajeno, es una correcta definición de empatía. Pero éste término no sólo se ciñe a una definición. El mejor modo de obtener un completo entendimiento de nuestro entorno, aquél incluso más remoto que posiblemente puede que nunca lleguemos a experimentar por nosotros mismos, parte de asimilar y conocer las experiencias que distintas personas hayan vivido como propias y eso forma parte del logro de alcanzar una afinidad que nos mantenga cerca del sentir de otros. Sin embargo la frialdad, el individualismo y el egocentrismo con el que se interactúa en las relaciones humanas dentro de los entornos urbanos da lugar a creer que ésa empatía se amedrenta y se adormece, pierde toda la amplitud de su sentido en el momento que se hace necesario desconectar de las preocupaciones y contratiempos que las ocupaciones diarias nos acarrean. La participación afectiva en los sentimientos de distintas personas nos solidariza con ellas pero ¡cuidado…! puede también ocasionar una sobrecarga excesiva de situaciones afectivas adversas que probablemente resulten ser un inconveniente si se asumen como personales.

"El hundimiento moral y la comprensión afectiva se fusionan, para juntos apoyarse y hacer frente a las desfavorables situaciones que se hacen manifiestas a lo largo del camino."

“Los valores bajo los que se sustenta nuestra sociedad nacen del materialismo puro. El pragmatismo y los intereses materiales son la única y fundamental ambición en torno a lo cual todo gira. Las imperfecciones en el comportamiento y las pautas del ser humano son la consecuencia extrema de asociar hedonismo y materialismo y esto es lo que analiza ésta serie de obras.”